Citas a pie de página

En los trabajos académicos hay dos tipos básicos de citas bibliográficas: las insertadas dentro del mismo texto (las in line citations) y las citas a pie de página (o en nota final, que para el caso es lo mismo). Las primeras son las más habituales en los trabajos de ciencias e ingenierías (física, medicina, veterinaria, informática), algunas variedades de ciencias sociales (psicología, educación, económicas) y más raramente en algunas especialidades de letras (lingüística). Las segundas son el territorio de la mayoría de las especialidades de letras como la literatura, la historia o el derecho.

Las primeras, las citas anidadas,  son muy sencillas de manejar puesto que consisten en insertar el nombre (o nombres) de los autores, el año y la página correspondiente si hace falta. Tan solo hay que seguir al pie de la letra las indicaciones de estilo bibliográfico (APA, Harvard, Vancuver, etc.):

Desde el neoliberalismo se hace mención al capital humano (Becker, 1996; Levin y Kelley, 1996), entendiendo por este concepto a la persona como parte esencial de la producción.

Gimeno Lorente (1995: 83-85) lleva a cabo una enumeración de los rasgos más significativos de la Teoría Crítica, entre los cuales destacan los siguientes…

Vicente (2006a) sostiene que «en estos supuestos, la única alternativa es que el conductor, a pesar de no ser responsable de la colisión, tenga que hacerse cargo de sus daños, como ocurre cuando un animal salvaje, sin aprovechamiento ni interés cinegéticos, sale a la carretera y colisiona con el vehículo».

Otros investigadores (Monteleone et al, 2011; Leung y Price, 2007) ponen de manifiesto que las características de las pacientes que migran entre diagnosis no son las mismas de aquellas que permanecen estables cumpliendo todos los criterios diagnósticos

El segundo tipo, en las notas al pie o finales, es más complicado y difícil de mantener ordenado debido al uso de las expresiones latinas ibidemloco citato, opere citato, apud y sus abreviaturas correspondientes (ibid., ib., loc. cit., op. cit.) y el híbrido de nueva creación art. cit. (léase artículo citado). Estas pretenden hacer más sencilla la vida del autor al evitar la repetición cansina de los mismos datos, pero con los procesadores de texto y la enorme facilidad de mover de un lado para otro un fragmento de texto y sus correspondientes notas, e incluso borrarlo definitivamente, puede desconfigurar por completo el sentido de las notas y las referencias que contienen.

Veamos en primer lugar el uso correcto de estas abreviaturas e indicaciones bibliográficas.

Ibidem

Cuando en una nota aparece la forma ibidem, o su abreviatura ibid., lo que hacemos es referirnos al mismo libro o trabajo citado en la nota inmediata anterior y se utiliza para evitar la repetición de los datos bibliográficos.

6 Louis Havet, Manuel de critique verbale appliquée aux textes latins. París: Hachette, 1911, 100.

7 Ibidem, 245-46.

8 Ibidem, 250.

9 Alexander Micha, La Tradition manuscrite des romans de Chrétien de Troyes. París: Champion, 1939, 292.

10 Ibidem.

11 Ibidem, 300.

En este caso, en la nota 6 aparece toda la información sobre la obra que se cita y que la mención procede de las páginas 100 (podría aclararse con la abrevitura p. o pág.). En las notas 7 y 8 se vuelve a citar la misma obra, pero con referencia a páginas diferentes. En la nota 9 se introduce una cita que procede de otro autor, nunca antes mencionado en el trabajo; en la nota 10 la referencia está extraída de la misma página que la de la nota 9, por lo que no lleva número de página, mientras que la nota 11 es de la misma obra, pero de una nueva página.

No debe usarse ibidem si en la nota precedente hay más de una referencia bibliográfica.

 

op. cit. (opere citato)

Se usa para referirse a la misma obra citada en una nota anterior no inmediata, es decir, cuando se han introducido otras notas con referencia. En este caso, la expresión op. cit., o su equivalente español: ob. cit., debe ir precedida por el apellido del autor (a veces, si cabe la posibilidad de confusión de autores, se utiliza el nombre propio) y seguida por el número de la página (casos de las notas 9 y 10 del siguiente ejemplo).

6 Louis Havet, Manuel de critique verbale appliquée aux textes latins. París: Hachette, 1911, 100.

7 Sebatiano Timpanaro, La Genesi del metodo del Lachmann. Florencia: Le Monnier, 1963, 55–68.

8 Alexander Micha, La Tradition manuscrite des romans de Chrétien de Troyes. París: Champion, 1939, 292

9 Havet, op. cit., 115

10 Timpanaro, op. cit., 58.

Si se han citado varias obras diferentes de un mismo autor, no se debe utilizar. En ese caso, se debe poner el apellido del autor, la primera o las primeras palabras del libro o artículo en particular (volveremos un poco más adelante sobre esto) y la página o las páginas citadas.

6 Ariza, Fonología y fonética, 104.

7 Ariza, La lengua del siglo XII, 29.

8 Ariza, El comentario filológico, 55.

9 Ariza, Fonología y fonética, 110.

10 Ariza, La lengua del siglo XII, 40.

Si no lo hiciéramos así, no sabríamos en realidad a cuál de las obras mencionadas de este autor nos estamos refiriendo.

loc. cit. (loco citato)

Cuando se emplea, es en lugar de ibid. o ibidem pero tiene una serie de restricciones como es el que no solo se refiere a la referencia mencionada en la nota inmediatamente anterior sino a la misma página.

También se puede utilizar para reemplazar op. cit. cuando lo referencia se hace a la misma obra y página, por lo que no es posible introducir números de volumen, tomo ni página.

En la actualidad, algunos manuales de estilo, como el Manual de estilo Chicago–Deusto (Bilbao: Universidad de Deuso, 2013, § 14.31) desaconsejan el uso de esta abreviatura.

art. cit. (artículo citado)

Solo se usa para referirse a un artículo de revista, de diario o incluso a un libro que reúne artículos (colaboraciones de varios autores: actas, homenajes, etc.), cuando la referencia no está presente en la cita inmediata anterior. Funciona igual que op. cit. por lo que no es realmente necesario.

Examinemos estas dos notas procedentes de una tesis doctoral

6 “Apuntes sobre la vida escribanil en los siglos XVI al XVIII”. En: Opúsculos históricos- literarios / del Dr. D. Agustín G. de Amezua y Mayo. Tomo III. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas: Instituto Miguel de Cervantes, 1953, pp. 279-307.
7 Ibídem (López Díaz, María, 1992, pp. 421-456).

Son totalmente erróneas. La primera, la 6, carece de autor, posiblemente lo tenemos en el cuerpo del texto. La segunda, la 7, utiliza la expresión ibidem, por lo tanto debería referirse a la nota inmediata anterior, sin embargo, añade entre paréntesis los datos de autor, año y páginas. Estos dos últimos no parecen indicar que el autor se esté refiriendo al artículo anterior, pues en la nota 6 se dice que es de 1953, y ahora de 1992, aquel se encuentra entre las páginas 279-307 y la nota 7 se refiere a las páginas 421-456. Luego de ibidem nada. (La referencia se encuentra tres notas antes, a cinco páginas de distancia).

La recomendación es no usar estas expresiones nunca y

Bibliografías: libros I

Los dos  últimos cursos he formado parte de algunos tribunales que juzgaron los trabajos fin de máster (TFM). Uno de los mayores problemas formales se encontraba en la bibliografía y en las citas. No es algo exclusivo de los estudiantes, también lo he detectado en investigadores, revistas y editoriales de prestigio. A veces yo mismo me enredo en este punto debido a que no todos siguen un estilo bibliográfico y de citas estandarizado. Dentro de las humanidades en lengua española (y en las demás de un ámbito lingüístico más cercano) lo que predomina es un estilo híbrido, casi Frankenstein.

 

A muchos les sonarán los estilos MLAHarvardAPATurabianChicago StyleMHRAOxford o Vancuber pero muy pocos tienen claro cómo funciona cada uno (yo a veces, también dudo). Los voy a explicar con un libro de los sencillos: único autor personal y que no es traducción ni edición al cuidado de nadie. Primero lo sencillo, ya iremos a lo complicado.

El conejillo de indias 😉

Los datos básicos de este libro son:

autora: M.ª Elena Azofra Sierra
título: Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica
ciudad donde se edita: Madrid
editorial que lo publica: Universidad Nacional de Educación a Distancia
año en el que se publica: 2009

Por cierto, los datos no se extraen de la tapa o cubierta, que es lo que se ve en la foto, sino de la portada y de la página de créditos del libro (esta puede estar en el vuelto de la portada, puede ser la página anterior, puede estar al final de libro; es donde aparecen detalles como el ISBN, la noticia del copyright –esa que nos dice que como fotocopiemos el libro iremos al infierno–, la historia editorial del libro, la dirección de la editorial, quién ha diseñado la cubierta (tapa), a veces, incluso, tiene la ficha catalográfica).

Veamos en una tabla cómo sería la entrada bibliográfica del libro anterior según los distintos estilos más comunes y conocidos:

Harvard Azofra Sierra, M. E. (2009). Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
APA Azofra Sierra, M. E. (2009). Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Chicago Science Azofra Sierra, M. E. 2009. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
MLA Azofra Sierra, M. E. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2009. Print.
MHRA Azofra Sierra, M. E. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica (Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2009)
Chicago Arts Azofra Sierra, M. E. Mofosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2009.
Oxford Azofra Sierra, M. E. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2009.
Vancouver Azofra Sierra ME. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia; 2009.

Las entradas las podemos agrupar en dos grandes bloques:

  • las que tras el autor incluyen el año, conocidas como autor-año (Harvard, APA, Chicago Sicence), y
  • las que el año es el último elemento (MLA, MHRA, Chicago Arts, Oxford, Vancouver).

Si te fijas un poco más, verás que las dos primeras se presentan de la misma manera: el año está encerrado entre paréntesis, mientras que Chicago Science no. Si te fijas un poco más, verás que las parentéticas acaban en un punto. En muchas revistas españolas y libros españoles, sin embargo, es normal encontrar dos puntos tras el año, vaya con paréntesis o no:

 
Paréntesis y dos puntos
Sin paréntesis y dos puntos


e incluso con coma:

Paréntesis y coma

lo que es una violación de los estilos usuales.

La utilización de los dos puntos, ampliamente difundida entre los autores españoles, quizá venga avalada por la Real Academia Española. Aunque en la última edición de la Ortografía de la lengua española (Madrid: RAE, 2010) no dice nada al tratar del uso de los dos puntos (§ 3.4.4), sin embargo, en la relación de autores y obras (pp. 731–743) siempre utiliza dos puntos entre el nombre del autor y el título de la obra.



Las entradas en las que el año es el último elemento (o casi) se pueden subagrupar en otros dos bloques (el guion no es significativo en la lista)

  • ciudad – editorial, y
  • editorial – ciudad.

El segundo modelo –Oxford– está casi extinto, por lo que no lo mencionaré más, aunque algún que otro libro que lo utiliza aún.

En el primero –MLA, MHRA, Chicago Arts y Vancouver–, si los analizas con detenimiento, podrás observar curiosas variaciones en los signos de puntuación. Todos ponen dos puntos tras la ciudad (Madrid:).

Entre la editorial y el año de publicación la mayoría prefiere una coma (Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2009), aunque hay un rarito: el sistema Vancouber prefiere punto y coma (Universidad Nacional de Educación a Distancia; 2009). Entre los «de letras» este sistema no se usa, es coto de los de biomedicina y no lo mencionaré más.

Hay uno curioso: el estilo MHRA –¡son británicos y conducen por la izquierda!– encierra todos los datos referentes a la ciudad, la editorial y el año entre paréntesis:

 

Azofra Sierra, M. E. Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica (Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2009)


El uso de uno u otro estilo de bibliografía suele venir impuesto por la materia. El sistema parentético suele utilizarse en lingüística mientras que el sistema de año al final lo prefieren los de literatura e historia, aunque a veces unos y otros alternan los estilos.

La conclusión, y mi recomendación, es que se utilice el estilo que se utilice se ha de hacer con congruencia y consecuencia. No se han de violar las normas de los estilos estandarizados ni mucho menos entremezclarlos. Con un poco de disciplina se consigue.

Dejo para una nota posterior cómo hacer las referencias de un artículo, de un capítulo y llegaremos a la complicación de cómo citar un artículo o un libro que existe en formato analógico (impreso), pero que se consulta en forma digital.

Estructura básica del trabajo académico

Toda buena película o novela tiene un planteamiento, un núcleo y un desenlace. Lo mismo sucede en un trabajo académico, sea de ciencias o sea de letras, también tiene un planteamiento, un núcleo y un desenlace, solo que en vez de llamarlos así los designamos de manera genérica introducción, cuerpo y conclusión. Hay una cuarta parte que tampoco puede faltar: la bibliografía. También es posible añadirle un quinto elemento, opcional: los anexos.
ibcbaNo todas las especialidades siguen la misma organización por lo que el orden y los subapartados dentro de cada uno de estas grandes secciones puede variar. Hay grados en los que no sugieren ni obligan a ningún esquema mientras que otros exigen que se siga fielmente un esquema que detallan en la guía didáctica. En estos casos no queda más remedio que seguirla, ya que es una elemento que tendrán en cuenta en la evaluación. Otros sugieren que se siga la estructura de un artículo científico artículo científico del área en la que se circunscriba el TFG. Por ejemplo, en los estudios sanitarios siguen el esquema que llaman IMRAD (Introduction, Methods, Results, And Discussion) al que la añaden, como todos, la bibliografía (también llamadas referencias) y, posiblemente los anexos.

imrad

Es imposible dar recetas de cómo estructurar un trabajo académico más allá de que ha de constar de una introducción, un cuerpo, unas conclusiones y una bibliografía y que ha de ir predecido de una portada, un índice y un resumen.

En post sucesivos veremos con algo de detalle cada uno de estos siete elementos básicos de un trabajo académico y en qué orden se deben escribir.

El nuevo aula o la nueva aula

De pequeños se nos enseñó la regla de que ante palabras femeninas que comienzan por a tónica (lleven tilde –águila– o no –alma–, sea una a a secas o con hache –hada–) ha de usarse el artículo, aparentemente masculino, el o un:

el águila, un águila
el área, un área
el alma, un alma
el aula, un aula
el hacha, un hacha
el habla, un habla

También nos enseñaron que el artículo recuperaba la forma femenina cuando se utilizan esas palabras en plural:

las águilas, unas águilas
las hachas, unas hachas
las áreas, unas áreas
las almas, unas almas
las aulas, unas aulas
las hablas, unas hablas

Asimismo, nos dijeron que los adjetivos que acompañan al sustantivo tenían que concordar con el sustantivo: la hermosa águila, la atormentada alma, la nueva aula de informática, la oscura área de descanso.

Pero parece ser que la gran mayoría solo aprendió (o recuerda) la primera parte de la regla, pues es bastante normal leer en muchos escritos (desafortunadamente en la gran mayoría) las formas en masculino: los águilas, los hachas, unos magníficos águilas, el nuevo aula, el atormentado almalos magníficos águilas.

Así, pues, recuerda que el artículo elun solo se utiliza ante palabras femeninas en singular siempre y cuando preceda al sustantivo (el alma, el arte, el hada). Si está en plural, si se introducen adjetivos entre el artículo y el sustantivo, entonces recupera su traje femenino (las almas, las arcas, las hadas; la negra alma, las abultadas arcas, la malvada hada).

Hay excepciones, pero ya hablaremos de ellas. Si no tienes paciencia para esperar, mírate la pág. 249 del libro El buen uso del español, de la Real Academia Española (2103).

Gestores bibliográficos

Quasi nanos gigantum humeris insidentesTodo trabajo académico, y de investigación, se fundamenta en la lectura de trabajos anteriores. Nada se origina de la nada; todo se apoya en lo que han dicho quienes nos han precedido. Desde la Edad Media corre el tópico de que somos enanos en hombros de gigantes (Quasi nanos gigantum humeris insidentes). Por otra parte, una de las competencias que todo universitario debe dominar al final de sus estudios es la localización y gestión de las fuentes bibliográficas (o documentales).

En un trabajo de fin de grado quizá no sean muchas las referencias que se empleen. Posiblemente una o dos docenas de libros y artículos, algo es fácil de manejar. Sin embargo, habrá casos en los que el fichero crezca desmesuradamente y entonces ya no será sencillo manejarlo ni tenerlo al día, sobre todo si se está embarcado en un proyecto de mayor envergadura como es el trabajo fin de máster o la tesis doctoral.

41aRPu60ZELLa tecnología facilita mucho las cosas a los investigadores, aunque a veces, aparentemente, se la complica, puesto que obliga a aprender el manejo de algunos programas, y eso requiere algo de tiempo. Ya han pasado a la historia los ficheros y las fichas de cartulina en las que diligentemente se copiaban los datos de cada uno de los libros y artículos que se leían. Ahora contamos con potentes programas en línea que permiten crear, mantener, organizar la bibliografía y, además, y quizá esto sea lo más interesante, darle forma en alguno de los estilos bibliográficos en uso (ya lo veremos en otro momento), el que cada uno elija o el que le obliguen a usar.

Hay varios gestores de referencias en el mercado. Unos son de pago (Papers, EndNote); otros, depende de si tu universidad los ha suscrito (RefWorks); y otros son gratuitos (Mendeley, Zotero). He probado las dos últimas categorías y el que más me gusta, y con el que me encuentro más cómodo, es Mendeley.

logo-mendeleyMendeley es un gestor gratuito que funciona en la nube y que también se instala en el ordenador, con lo que es más flexible que los basados en la nube puesto que a veces internet no funciona bien y no puedes quedarte colgado. La versión gratuita ofrece 2GB para guardar referencias y los pdf que estimes necesarios (si tienes correo uva.es entonces tendrás 5GB, pero tienes que unirte al grupo institucional). Además funciona como una red social académica en la que puede encontrarse información y referencias bibliográficas de gran interés que podrían pasar desapercibidas.

Una de las grandes ventajas de Mendeley es que puede gestionar los pdf que se amontonan en el disco duro del ordenador, mantenerlos a raya, relacionar cada una de las referencias con el pdf correspondiente, leerlos y anotarlos (bien subrayando, bien añadiendo notas tipo Post-it™) y cortarlos. Por este simple hecho ya tiene mis simpatías. Además, si lo combinas con Dropbox u otro almacén en la nube tendrás lo mejor del mundo, aunque no tengas contigo tu ordenador.

Pantalla del lector de pdf en Mendeley Desktop
Pantalla del lector de pdf en Mendeley Desktop

Es muy sencillo instalarlo y darse de alta (acceso a Mendeley). No es más complicado que unirse a Twitter, Facebook o abrir una cuenta de correo electrónico. Basta con cumplimentar unos pocos datos (nombre, apellidos, correo electrónico; elegir una contraseña, indicarles qué estudias y cuál es tu nivel académico –estudiante de grado, de máster, de doctorado, profesor, etc.–), descargar el programa e instalarlo (qué tengas que hacer y cómo depende del sistema operativo –Windows, Apple, Linux, iOS y próximamente Android–). En pocos minutos tendrás en el escritorio de tu ordenador Mendeley Desktop y te ayudará a gestionar las referencias, citas y pdf que utilices en tu trabajo.

Una cosa muy interesante de Mendeley es que cuando se importa un pdf, el programa se encarga de crear la ficha bibliográfica extrayendo del pdf el autor, el título, los datos bibliográficos, el resumen (abstract) y las palabras clave. La calidad y cantidad de datos que pueda extraer dependerá mucho del origen y del creador del pdf. Pero no te preocupes si los datos son incompletos o hay errores ya que ofrece la oportunidad de corregir y añadir.

También tiene un plug-in que hará mucho más cómodo insertar las referencias en las citas y construir la bibliografía en Word (el plug-in se instala desde Mendeley Desktop: Tools > Install Ms Word Plugin).

El plug-in de Mendeley en acción
El plug-in de Mendeley en acción

Tiene otra característica muy interesante: puede instalarse un importador web (web importer) en el navegador, lo que permite incorporar con facilidad cualquier referencia que se pueda encontrar cuando se navegue por la red. El elenco de sitios aceptados es muy amplio (arXiv, Springer, Google Scholar, ScienceDirect, ISI Web of Knowledge, Worldcat…) y no solo descarga la información bibliográfica sino que también bajará el pdf, si es que está disponible.

Importando a Mendeley la ficha y el pdf desde Dialnet
Importando a Mendeley la ficha y el pdf desde Dialnet

Te recomiendo que pierdas algo de tiempo en aprender a manejar un gestor bibliográfico (acceso a un tutorial y a una guía de uso, aunque es fácil encontrar muchos otros). Dentro de poco verás que no lo has perdido, sino que has ahorrado mucho trabajo mecánico y tedioso y nadie podrá ponerle pegas a las referencias y la bibliografía, pues estarán bien construidas de acuerdo con alguno de los más de 6.000 estilos de cita que tiene disponibles y nunca podrán afearte que citaste algo dentro del texto y que olvidaste incluir en las referencias finales, o al revés, que incluyes en las referencias algo que no citas en el cuerpo.

En pocas líneas, todo esto es lo que puedes hacer con Mendeley:

  • generar bibliografías y citas automáticamente
  • colaborar con otros investigadores en línea
  • importar la información bibliográfica desde otros programas y bases de datos
  • localizar bibliografía relacionada con la que estás leyendo
  • acceder a los pdf de los artículos que manejas desde cualquier parte
  • leer los artículos (pdf) en tabletas y teléfonos (iOS, por el momento).

Mitos y hechos

2015-01-02 17.48.55Entre la mayoría de los estudiantes, y del público en general, corre una serie de leyendas acerca de la escritura. Os presento algunos mitos, o falsas creencias, que he oído a lo largo de los años enfrentándolos a la realidad.

Escribir bien es un don de unos pocos

La realidad es que escribir bien no es un don, no es una gracia que nos toca a la hora de nacer. Escribir bien es algo que se debe aprender y practicar. Eso sí, la inspiración, como dijo Picasso, existe, pero te ha de encontrar trabajando.

Hay una manera establecida de escribir en la universidad

Muchos aspectos de la escritura son comunes a todas las materias y tipos de trabajos, pero es necesario tener en cuenta las características de cada nivel de estudios, de cada materia y del enfoque que pueda proponer el director del trabajo.

Hay que localizar todo lo que se pueda sobre el tema e introducirlo en el trabajo

En realidad lo que se busca en un trabajo académico es comprobar que el autor (tú, el alumno)  es capaz de demostrar que puede discriminar entre fuentes relevantes e irrelevantes y que se es selectivo. No se puede leer todo porque es imposible y, además, no todo lo que hay publicado es válido.

Escribir críticamente es señalar lo negativo o los errores en los que han podido incurrir otros

En el mundo académico (y científico) todo conocimiento, idea o teoría puede ser cuestionada, pues rara vez hay una respuesta definitiva.

Ser crítico significa cuestionarse las cosas para examinarlas, analizarlas o evaluarlas y la evaluación puede ser positiva o negativa o, sencillamente, destacar un punto de vista diferente.

Han de usarse muchas citas

La mejor manera de demostrar que se han leído y comprendido las fuentes consultadas es cuando se puede expresar con las propias palabras. Las citas han de utilizarse en circunstancias muy determinadas y, además, tienen que ser precisas y reconocer el mérito a sus autores.

Ser original significa ofrecer una idea nueva o hacer un descubrimiento

Por debajo de una tesis doctoral no se espera que ningún estudiante logre una aportación revolucionaria, sino que llegue a comprender y exponer adecuadamente un tema. En este caso, la originalidad viene determinada por

  • cómo se responde al tema del trabajo
  • qué punto de vista se toma
  • qué fuentes se utilizan
  • cómo se usan
  • cómo se evalúan
  • a qué conclusión se llega

Escribir bien en la universidad significa escribir con ampulosidad

Algo bien escrito es preciso, claro y que va al asunto. Esto significa que se ha de usar un léxico formal y adecuado al ámbito del tema.  A. E. Housman, profesor de Oxford, dejó escrito que «la precisión es un deber, no una virtud».

Los buenos escritores piensan, escriben, revisan y entregan

Los buenos escritores comenten numerosas equivocaciones, por lo que reescriben y corrigen muchas veces los trabajos antes llegar a la versión final (que puede no ser la definitiva, aunque esto se da sobre todo en los poetas).

Mis comienzos digitales

En el otoño de 1981, durante una estancia de investigación en la British Library, me hice con mi primer ordenador: un Sinclair ZX81. No era una gran máquina. Su corazón era pequeño: un procesador Z-80 @3,5 MHz; la memoria minúscula: tan solo 1 KB (1024 bytes). Lo compré por curiosidad y . . . la curiosidad mató al gato. Desde entonces los ordenadores y yo hemos ido de la mano. Pronto me hice con una ampliación de memoria, un cartucho de 16KB que, junto con un cassette , una impresora térmica con un horrible papel plateado y un televisor en blanco y negro, se convirtió en mi primer centro de computación pues pronto vi su utilidad para una parte de mi tesis.

Recuerdos de aquella épocaDurante el congreso de Humanidades Digitales de Pamplona, mayo de 2013
Recuerdos de aquella época
Durante el congreso de Humanidades Digitales de Pamplona, mayo de 2013
Foto de @nadiarevenga

No solo aprendí BASIC, el lenguaje de computación que los de Dartmuth College habían inventado para que los de letras usáramos los ordenadores, sino también algo de código máquina. Esta maquinita me echó varias manos para ordenar todas las palabras que constituían el texto que editaba para mi tesis, el ms. 9 de la RAE, aunque las posibilidades eran muy pequeñas ya que no permitía almacenar los datos. Cada vez que apagaba el ordenador se evaporaban.

El siguiente paso fue un NewBrain con 32KB. Este seguía usando un cassette como unidad externa, pero ya permitía grabar y recuperar los datos de una sesión para otra. Con él finalicé los recuentos léxicos y las concordancias que añadí a la tesis, aunque toda ella se entregó mecanografiada.

En el siguiente paso, un Toshiba T-100, entré en el increíble mundo de los discos flexibles, el sistema operativo CP/M y de los procesadores de textos (WordStar). ¡Ya era tarde para mi tesis! De esa época me queda mi predilección por los atajos de teclado. ¡Odio tener que buscar el ratón por la mesa! Siempre queda soterrado bajo montañas de papeles y libros.

En esos momentos comencé a sistematizar en el ordenador la bibliografía de los libros de cetrería y montería que había ido acumulando. Eran las fichas bibliográficas, notas y comentarios de cuantas lecturas hacía. Acabaron viendo la luz como libros impresos (Madrid, 1985, Londres, 1991 y Woodbridge, 2003). También transcribí, en formato electrónico, por aquel entonces el término digital no se usaba, los textos de cetrería que creía interesantes: todos.

El gran salto computacional fue en diciembre de 1986: compré un IBM XT con disco duro de 20 MB. Lo complicado fue recuperar todos los datos que había acumulado. Eso requirió un poco de ingenio y unas cuantas lecturas.

Averigüé que los discos CP/M del Toshiba T-100 los podía leer el Osborn 1 (el primer portable, que no portátil, que tuve el placer de usar) y reescribirlos en un formato legible para un Decision Mate V de NCR que funcionaba tanto con CP/M como con MS-DOS. Para esto fue esencial la ayuda de amigos informáticos que trabajaban con algo esotérico para mí: COBOL y FORTRAN. Desde entonces una de mis mayores preocupaciones ha sido la migración de los datos. Hasta ahora lo he conseguido con algo de esfuerzo, pero con mínimas pérdidas.

Revisando viejos papeles, para cumplimentar el enésimo CV, me topé con dos documentos largamente olvidados: uno de 1982 certificaba que había tomado parte de un curso de formación sobre el uso del ordenador en el aula. El otro, de 1984, una invitación a tomar parte en un programa de RNE en el que se hable de Ordenadores y lingüística mientras que otros colegas hablan de ordenadores e historias. En 1984 ya andábamos enredados con las Humanidades Digitales, pero aún no las habíamos bautizado. Nos sucedía como al gentilhombre de Molière: hablábamos en prosa sin saberlo.

Desde entonces he tomado parte en varios proyectos. Participé con entusiasmo en las transcripciones para el proyecto Dictionary of Old Spanish Language de Wisconsin at Madison y su secuela (ADMYTE). Coordiné un volumen en CD-ROM que digitalizó varios manuscritos e impresos de caza, cetrería y montería conservados en la Biblioteca Nacional de España para la colección digital de la Fundación Histórica Távera. Preparé una edición digital en línea de la Historia de Enrique, fi de Oliva para el Instituto Cervantes. Y en marzo de 1999 organicé en la Universidad de Valladolid unas jornadas de crítica textual bajo el título Del papiro a internet.

del_papiro

Por aquel entonces ya tenía mis proyectos en línea en marcha. Primero fue la página web docente (antes de que hubiera Campus Virtuales) en la UNED. No queda rastro salvo lo que he podido encontrar en Wayback Machine y que corresponde a 2001 (me fui de la UNED en septiembre de 2000).

Restos de una Historia de la lengua digital
Restos de una Historia de la lengua digital

De esa página colgó la versión electrónica del Boletín Bibliográfico de Historia de la Lengua Española, que nació como impreso durante en el III Congreso de la Asociación de Historia de la Lengua, pero fue expurgado.

La tercera sección de aquellos primeros ensayos en la red fue el antecedente del Archivo Iberoamericano de Cetrería, al que he dedicado otro post dentro del DHD2013, [pero que se puede ver aquí].

Como ya he dicho en otra ocasión, antes que Humanistas Digitales, tenemos que ser Investigadores Digitales (Digital Scholars). A esta tarea he dedicado muchas horas desde aquella tarde del otoño londinense de 1981.

Archivo Iberoamericano de Cetrería

El Archivo Iberoamericano de Cetrería (AIC) se presentó en sociedad durante el congreso (Abu Dhabi, septiembre 2005) en el que se sentaron las bases para proponer que la cetrería fuera incluida en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. El AIC se convirtió en una realidad a finales de ese mismo año cuando se instaló la versión 0.1 en los servidores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, aunque pronto migró al sitio definitivo (www.aic.uva.es).

Los objetivos que se marcó el AIC fueron

  • Catalogar y digitalizar los manuscritos y los impresos, antiguos y modernos, que tratan de cetrería
  • Catalogar y digitalizar los artículos científicos y de divulgación que se hayan publicado
  • Localizar, catalogar y publicar transcripciones electrónicas de toda la documentación antigua que de una u otra manera se refiera a la cetrería
  • Localizar, catalogar, fotografiar y digitalizar todas las obras de arte cuyo motivo sea cetrero
  • Localizar todas las menciones que a la cetrería se haga en cualquier obra literaria y acumularla en una antología
  • Ofrecer ediciones electrónicas de los textos medievales y clásicos en cualquiera de las lenguas iberorrománicas
Homepage del AIC, v. 0.1 – Diciembre, 2005
Homepage del AIC, v. 0.1 – Diciembre, 2005

El AIC ha contado con ayudas a la investigación de los planes I+D+i del Gobierno de España durante los trienios 2006–2009 (HUM2006-00932) y 2010–2013 (FFI2010-15128).

En un principio contamos con la colaboración de los cetreros de todo el mundo iberoamericano, de ahí el nombre y se inició con la colaboración de la AECCA. Esto permitió que, en un período de tiempo relativamente corto, el AIC alojara en su servidor casi 3000 ficheros que ocupaban un total de 285 MB.

Pero el AIC no surgió de la nada. Su historia se remonta a algún momento entre 1995 y 1997, cuando se instaló en la red la primer página académica sobre la literatura y la historia de la cetrería.

1995 porque es cuando los de letras empezamos a tener la posibilidad de publicar páginas web en los servidores de la UNED (ese año apareció en el mercado FrontPage de Microsoft y nos hizo un poco más fácil la vida). 1997 por el artículo de Inmaculada Báez Montero («Las nuevas herramientas para la investigación en gramática histórica», Moenia, 3 (1997): 79–101 –acceso al artículo–) en el que informaba de la página web que sobre Historia de la lengua española se había instalado en la UNED (pp. 98–99), así como de la versión electrónica del Boletín Bibliográfico de Historia de la Lengua Española» (p. 82).

Junto con las páginas de la materia de HLE y el BBHLE, me dediqué a ofrecer en abierto (open access) todo el material que sobre la literatura cetrera había ido acumulando a lo largo de los años. Al principio se ofrecieron algunos textos en formato HTML, una historia de la cetrería, un bibliografía de textos antiguos (siglos XIII a XVIII) y modernos (XIX–XX) y un pequeño glosario.

Cuando me trasladé a la Universidad de Valladolid (septiembre de 2000), todo el material desapareció de los servidores de la UNED. Sin embargo, gracias a Wayback Machine pude recuperar un fichero que había dejado atrás y que apuntaba hacia nuestro nuevo hogar. He descubierto que aún (mayo 2013) sigue activo en los servidores de la UNED: http://www.uned.es/cetreria/.

Página de reenvío desde la UNED a la UVa
Página de reenvío desde la UNED a la UVa

Con el tiempo hemos ido buscando una mejor resusabilidad de los materiales. Al principio eran páginas HTML puras, con una maraña de código. Posteriormente limpiamos el HTML y aplicamos el CSS. Pero seguíamos teniendo el mismo problema: la reutilización del material.

Navegando por la red, buscando mejores soluciones y posibilidades, acabamos descubriendo la <Text Encoding Initiative/>, o TEI, para abreviar. Las primeras ideas y soluciones fueron el producto del análisis y lectura del Medieval Nordic Text Archive (MENOTA). Esto ocurrió a lo largo del año 2009 y desde entonces hemos estado convirtiendo los textos del AIC al TEI, previo a un curso del TEI@Oxford Summer School (el último que impartieron antes de convertirse en Digital.Humanities@Oxford Summer School.

El primer resultado ha sido la paulatina conversión a xhtml de los ficheros de la web. En un futuro próximo estaremos en posición de ofrecer la transcripciones TEI desde el servidor. El segundo resultado es que desde el curso académico 2010-11 se imparte un curso de TEI en la Universidad de Valladolid, pero escondido en la asignatura Teconologías de la Información y Cominucación aplicadas a la investigación y la docencia en Lengua Española dentro del máster en Estudios Filológicos Superiores: Investigación y Aplicaciones Profesionales.

Humanidades digitales. ¿Añejo vino en odres nuevos?

Durante las últimas semanas en el casillero de entrada del correo y en la línea de tiempo (TL) de mi cuenta en Twitter han ido apareciendo, como hongos tras la lluvia, mensajes, noticias y comentarios sobre las Humanidades Digitales (también se puede encontrar bajo la forma Humanística digital). La verdad es que sobre las Digital Humanities me llegan notas asiduamente desde principios de 2011, tras la convención de la Modern Language Association de ese año, en la que hubo una sesión titulada The Institution(alization) of Digital Humanities y que dio pie al grueso volumen Debates in the Digital Humanities (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2012). Todo este jaleo parte de un artículo de William Pannapacker, titulado «The MLA and the Digital Humanities» (The Chronicle of Higher Education, 28.12.2009), en el que decía que

the digital humanities seem like the first ‟next big thing” in a long time, because the implications of digital technology affect every field.

Mucho antes de leer este artículo de Pannapacker, ya había caído en mis manos el libro A Companion to Digital Humanities (editado por Susan Schreibman, Ray Siemens y John Unsworth. Oxford: Blackwell, 2004), por lo que las Digital Humanities eran para mí unas viejas conocidas. Por otra parte, muchos ya estábamos trabajando en las HD desde mucho antes de que se acuñara el término. El mismo Pannapacker lo reconoce en otro artículo posterior («Pannapacker at MLA: Digital Humanities Triumphant?», enero 2011)

they’ve been doing their thing for more than 20 years (and maybe even longer than that).

Y Katherine Hayles (How we Think: Digital Media and Contemporary Technogenesis. University of Chicago Press, 2012) nos recuerda que «The Digital Humanities have been around since at least the 1940’s» (p. 23), que es cuando Roberto Busa comenzó las labores del Index Thomisticus, un índice lematizado de las obras de Santo Tomás de Aquino, para lo que contó con la ayuda de IBM. Primero apareció en 56 tomos impresos y en la actualidad se puede consultar en línea. No es mi objetivo contar la historia de las humanidades digitales; es mucho más entretenido y completo el capítulo de Susan Hockey «The History of Humanities Computing» (A Companion to Digital Humanities), aunque hoy ya puede estar ligeramente desfasado.

La primera noticia que he podido encontrar en España (quizá haya muchas más) sobre las humanidades digitales, pero referidas a un aspecto que que hoy no se incluye —creo— dentro de las HD: la lingüística computacional, se remontan a 1966, a un monográfico que se dictó en el curso de la Escuela de Investigación Lingüística de la Oficina Internacional del Español (ABC, 29.12.1966). Años más tarde lo vuelvo a localizar en la tesis doctoral de Ramón Almela Pérez titulada ¿Qué es la lingüística computacional?: Teoría y práctica (Murcia: Universidad, 1979).

Según Juan Carlos Tordera Yllescas (El abecé de la Lingüística computacional. Madrid: Arco Libros, 2012), «la Lingüística computacional es una disciplina teórica que busca aplicaciones para nuestra sociedad» (p. 9) y es un ámbito que incluye subcampos como las tecnologías del habla, el análisis y generación del lenguaje o la traducción automática (p. 17). Dejemos la lingüística computacional porque es una área que, por el momento, no se integrará con las humanidades digitales pues, como dice Tordera Yllescas, no «se puede considerar al lingüista que utiliza en su quehacer diario un ordenador como un lingüista computacional» (p. 9), aunque hay voces que declaran que se deben aliar, pues a veces la lingüística computacional está más cerca de las HD de lo que algunos de sus practicantes están dispuestos a admitir. 

A mediados de los años 1980 empiezan a aparecer algunos artículos en español sobre la metodología informática para la edición de textos (quiero recordar que parte de mi tesis doctoral, defendida en 1983, la hice con un pequeño ordenador personal —casi un juguete visto desde hoy— para el que hube de escribir el programa). Por entonces se comenzó a hablar de la filología informática y, un poco más tarde, de informática y humanidades que es, precisamente, el título de un libro F. Marcos Marín (Madrid: Gredos, 1994).

A finales de la década de 1980, es cuando los ordenadores personales (los famosos PC) comienzan a popularizarse y a ser relativamente frecuentes en las facultades «de letras». En esos momentos es cuando, por ejemplo, se funda en la Universidad Autónoma de Barcelona el Seminario de Filología e Informática, cuyo resultado más reciente es la edición en CD-ROM del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de J. Corominas y J. A. Pascual (Madrid: Gredos, 2012); y algo anterior es el libro Filología e informática: Nuevas tecnologías en los estudios filológicos (Bellaterra: UAB, 1999). Pero dejémonos de historias.

El nombre Humanidades Digitales se remonta a principios del siglo XXI, cuando la editorial oxoniense Blackwell (hoy parte de Wiley) prepara el volumen A Companion to Digital Humanities. De la historia del nacimiento de este término (buzzword), que ha tenido fortuna, da cuenta Matthew Kirschenbaum:

The real origin of that term [digital humanities] was in conversation with Andrew McNeillie, the original acquiring editor for the Blackwell Companion to Digital Humanities. We started talking with him about that book project in 2001, in April, and by the end of November we’d lined up contributors and were discussing the title, for the contract. Ray [Siemens] wanted “A Companion to Humanities Computing” as that was the term commonly used at that point; the editorial and marketing folks at Blackwell wanted “Companion to Digitized Humanities.” I suggested “Companion to Digital Humanities” to shift the emphasis away from simple digitization.

 

Definición

Pero… ¿qué son realmente las Humanidades digitales (Digital Humanities) o la Informática humanística (Humanities Computing)?

El reciente libro de Anne Burdick, Johanna Drucker, Peter Lunenfeld, Todd Presner y Jeffrey Schanpp, Digital_Humanities (MIT Press, 2012) ofrece una definición muy restrictiva de lo que se ha de entender por humanidades digitales y por un humanista digital. Para ellos,

the practice of digital humanities cannot be reduced to doing the humanities digitally (p. 101)

e insisten en ello en Short Guide to Digital Humanities (pp. 121–136 de Digital_Humanities) cuando dicen:

The mere use use of digital tools for the purpose of humanistic research and communication does not qualify as Digital Humanities. (p. 121)

Es decir, no vale con ser un humanista (filolólogo en mi caso) digitalizado. Esto se lo ha reprochado Franco Moretti en un reciente artículo (5.2.2013) de Uncomputing (Building and (Not) Using Tools in Digital Humanities). Sin embargo, en digital.humanities@Oxford (nació entre el verano de 2010 y el de 2011, cuando de TEI@Oxford Summer School se convirtió en Digital Humanities at Oxford Summer School) entienden que las Humanidades Digitales son la

research that uses information technology as a central part of its methodology, for creating and/or processing data.

investigación que utiliza la tecnología de la información como parte central de su metodología para crear y/ procesar datos.

Creo que esta es la definición que mejor cuadra, y en la que debemos centrarnos, pues el número de definiciones es amplio, tanto que en 2009 la Universidad de Alberta abrió una wiki titulada How do you define Humanities Computing / Digital Humanities? dentro de una actividad anual que llaman Day of the DH.

Pero para ser humanistas digitales (HD/DHer) primero tenemos que ser investigadores digitales (ID/DS). ¿Qué es es lo que hace que un investigador sea digital y otro no lo sea? La mejor exposición de qué es un investigador digital es la que presenta Martin Weller su magnífico libro The Digital Scholar: How technology is Transforming Scholarly Practice, que ya he reseñado someramente. Básicamente se reduce un abordar la investigación con enfoque digital, abierto y en red («a digital, networked, open approach»), en el que no se ha de tener miedo a experimentar y a equivocarse, porque en el camino se aprende.

Quiero recordar, antes de finalizar, que las humanidades digitales (o informática humanística) comenzaron entre la gente de lengua y literatura, pero pronto se extendieron a otros ámbitos “de letras” y de las ciencias sociales, por lo que no es una parcela exclusiva de ninguna especialidad ni de ninguna lengua; su rasgo principal es la multidisciplinariedad, la transdisciplinariedad y el multilingüismo y está, como todo lo abierto, contra los localismos.

Las humanidades digitales es un ámbito en plena efervescencia y, como todo lo (aparentemente) novedoso, propenso al alboroto. Ya hay quien no cree que deba hablarse de Digital Humanities sino de las Digital Liberal Arts (W. Pannapacker, Stop Calling It ‘Digital Humanities’ —18.2.2013—; Rafael Alvarado Start Calling it Digital Liberal Arts —19.2.2013)pero esto es añadir, creo, más ruido.

En fin, al contrario que Pannapacker, no me he sentido como Rip van Winkle sino como Monsieur Jourdain, de ahí el subtítulo de este artículo —parte de un verso de Menéndez Pelayo y del que nace el nombre de una conocidísima colección española— ¿Añejo vino en odres nuevos?